martes, 31 de marzo de 2015

BORDERLINE


Todos tenemos un límite que se encuentra más allá de lo que nosotros pensamos. Muchos nunca llegarán a encontrarlo, o no se atreverán a alcanzarlo cuando se encuentren frente a frente con él. Se quedarán mirando y dudando para finalmente darse la vuelta. El límite de un montañero tal vez se encuentre en la cima del Everest o en los catorce ocho mil de la cordillera del Himalaya. El de un albañil en colocar la hilada perfecta de ladrillos u obtener el título de arquitecto. El límite se haya en lo pequeño y lo grande, en nuestra visión de las cosas según nuestra percepción y experiencia vital. Se encuentra en llegar y volver para contarlo, siendo esto último lo único importante ya que no siempre hay otros que quieran, puedan o sepan hacerlo.
Antes de entrar en el cine en un día ventoso y frío de la semana pasada, entré en un starbucks a tomar un café en taza pequeña, que es una especie de orinal para niños. Busqué entre los clientes alguna taza grande, pero solo vi sesentones y jovencitos con sus iphone, portátiles y auriculares en las orejas. Nada que se parezca al chiringo de comida oriental de Blade Runner donde espera Rick Deckard su turno bajo una lluvia de canalones rotos, se sienta ante el mostrador para comer sus fideos y llega Gaff para terminar de aguarle la comida mientras le pide, en intirlingua, que le acompañe. Una mezcla rara, posmoderna, ésta de las cafeterías con tazas como orinales y clientes ausentes en su mundo virtual, hipster y un tanto anodino, donde los replicantes solo son un sueño más allá de Orión y las vidas acaban y empiezan al cerrar la tapa del ordenador. 

martes, 24 de marzo de 2015

LOS IDUS DE MARZO



Cuídate de los idus de marzo, pero Julio Cesar no hizo caso de la advertencia, no en vano era el conquistador de la Galia y dictatur perpetuus hasta el día de su asesinato. Se llamaba idus a los días 15 de los meses de marzo, mayo, julio y octubre, y al día 13 del resto de meses según el cómputo romano. Eran considerados días de buenos augurios, sin que exista o haya existido una razón lógica para considerarlos así. La superstición es algo inherente a lo humano, al menos para algunos, en tiempo de romanos y en los de internet. No es necesario recordar el modo en que la superstición en forma de religión afecta a las costumbres, ideas, pensamientos y relaciones entre los seres humanos; sobre todo cuando es amparada por el poder bajo el paraguas de la ignorancia y la incultura. Pero ésto es cosa sabida para ti, lector de blogs y navegante de redes sociales sin barco ni bitácora.
No hay más sabiduría que la del género homo en el Universo conocido. Y ya sabemos como nos las gastamos con nuestro entorno. Hay personas que se preocupan, piensan y hacen cosas que nos hagan mejores; otras hacen lo que pueden y las más, éstas son las peores, que siempre están poniendo palos en las ruedas. Es la escasez del reparto del conocimiento, la negligencia y egoísmo humano lo que nos hace tan vulnerables a la supervivencia, sin tener en cuenta otros factores externos ajenos al hacer de los hombres. En muchos aspectos somos una creación de la Naturaleza excepcional, pero tampoco tenemos con qué o quién compararnos fuera de la Tierra, por lo que nuestra excepcionalidad está supeditada a lo que conocemos, y, aunque sabemos muchas cosas, aún quedan más que ignoramos (éste es el germen de la superstición y religión), lo que no es óbice para que sigamos adelante -no tenemos otro recurso temporal-, y seguir avanzando en conocimiento. Una buena cosa para empezar a ser mejores es no acumular demasiados hijos ni riquezas, parece fácil, no me ha costado nada escribirlo, hacerlo es más complicado, ya que chocamos de frente con el individualismo, el egoísmo, la libertad, la codicia, ambición...,y el deseo de perpetuarse como especie. De una cosa puedes estar seguro, apreciado lector: nuestro planeta tiene una capacidad limitada y tus descendientes se merecen una vida mejor, o no, total, tú ya estarás muerto.

jueves, 19 de marzo de 2015

AL ABRIGO DE LA OSCURIDAD.



No tengo claro a que fecha responde un cartel como el de la foto. Quizá a principio del siglo XX o el final del XIX. Se encuentra justo encima del pórtico de un pasaje tunelado en cuesta que lleva de la plaza Mayor a una calle trasera. Debió ser un lugar ideal para que los noctámbulos, borrachos y otras tristes almas de las que vagan en la noche, desahogaran vejiga o intestinos al amparo de aquella oscuridad tililante de sombras bailando sobre la medieval piedra. Tal vez un viejo hidalgo que se retira a sus aposentos tras pasar una noche de tertulia con el cura y el farmacéutico en la rebotica; o el mismo cura que se arremanga el traje talar para miccionar, en lo más oscuro del callejón, las sacrílegas ideas del boticario mezcladas con las copas de anís ingeridas entre Voltaire, Dios y el sabio Spinoza... Hace más de cien años pasaban estas cosas y otras de mayor renombre que hacían temblar los cimientos de la sociedad bienpensante, incluyendo fenómenos anómalos de evacuaciones de vientre liquidas y frecuentes. También hay que tener en cuenta la escasez de retretes de la época, así como lo poco extendido del material higiénico al uso. Algunos de nuestros antepasados que arriesgaban su peculio por dar satisfacción a los bajos instintos, sobrevivieron y tuvieron descendencia, sin seguir el consejo de Sileno al rey Midas cuando el último le preguntó que era lo mejor para el hombre, Sileno le respondió: Estirpe miserable de un día, hijos del azar y la fatiga (...), no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti, morir pronto. De todos modos saber de mitología griega no te libra de hacer el gamberro, como demuestra el comportamiento de ilustres creadores de la generación del 27 sobre la fachada de la Real Academia de la Lengua, antes de que la fama la pagasen cara. Por no hablar de las ocasiones en que un rey, un duque o príncipe de Roma se han visto en la necesidad de ser iguales a sus vasallos. Es bien sabido que donde más se conculcan las leyes es entre los poderosos; sin que haya código legal que lo impida ni hombre sin guillotina que se oponga.
Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que uno empieza a deslizarse cuesta abajo, ya no sabe dónde podrá detenerse. La ruina de muchos comenzó con un pequeño asesinato al que no dieron importancia en su momento.
Thomas de Quincey. Del asesinato como una de las bellas artes.


martes, 17 de marzo de 2015

EL GOLEM QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO

A veces se nos permite entrar en la cabeza de otra persona como si fuera la nuestra, o casi. Siempre reservamos para nosotros un lugar inaccesible, como un seguro contra la absoluta verdad que somos en nuestro último rincón de la mente; una especie de esencia que nos hace sentirnos únicos, (y en verdad lo somos, pero ese secreto realza el sentimiento de serlo). Uno va por la calle, cuando de repente, un rostro con el que se cruza trae recuerdos insospechados de inmortalidad. ¿Por qué si nos sabemos tan excepcionales tenemos que morir; no sería mejor vivir eternamente en una edad elegida por cada cual y morir cuando uno lo deseara? La naturaleza de lo que estamos hechos nos niega esa posibilidad de momento, (aunque el momento pueda durar mucho tiempo). Quiero ser inmortal, ¿quién no ha pensado éso alguna vez? y se ha imaginado viajando en el tiempo, siendo personas distintas en cada periodo; ocultando su verdadera esencia a todos porque es verdaderamente único: posee el poder de decidir cuando morirá. Tiene que gustar mucho la vida para no querer morirse nunca, ¿verdad?, dejando de lado otros intereses espurios que la condición humana pueda codiciar.
Pero el rincón secreto de la mente, nuestro as en la manga para casos de emergencia, representa una mínima parte de todo lo que somos. Así que cuando entramos o dejamos que entren en nuestra mente estamos dando lo que somos, ya que una vez que hemos permitido el paso y dejado que vean como pensamos y sentimos nos convertimos, también, en el otro. Naturalmente ésto lo hacemos en contadas ocasiones en la vida, y no siempre con la misma intensidad, perderíamos el individuo que hay dentro. Sin embargo hay que tener cuidado no vayamos a dar con un inmortal, o un golem.


lunes, 16 de marzo de 2015

EL JUEGO

Me han entrado dos ases de mano, así que paso y dejo que hable el siguiente. Con esas cartas puedo cubrir o subir cualquier apuesta desde el principio. El siguiente hace un envite, que es subido por su compañero de al lado. Empiezo a calibrar las apuestas de los otros jugadores: la cantidad, el modo en que la hacen, sus gestos y movimientos, el historial en jugadas anteriores, los comentarios; comparo todo lo que hacen y han hecho, procesando todos los datos e intentar obtener una conclusión lo más acertada posible del juego que llevan. Una pareja, la mano del muerto, color... es un misterio y debe ser una certeza, porque con la siguiente carta en el reparto se aclaran mucho las cosas. Uno no va y el otro iguala la apuesta más alta, todos la igualamos finalmente. Me viene un dos. Paso. Un nuevo envite, igual que antes, de nuevo una subida y todos terminamos igualando la apuesta. Ahora, después que nos hemos analizado unos a otros (porque todos lo hacemos cuando estamos frente a frente), nos medimos por las fichas de nuestros montones, la caricia de los dedos sobre las cartas, ese gesto que no estamos seguros de recordar mientras buscamos un significado lógico al mismo, algo que nos ilumine sobre lo que hay detrás del dorso de cada carta. Sale otro dos, con lo que tengo una doble pareja y puedo seguir apostando, pero también sé que puede haber una pareja de doses entre los jugadores, o solo uno, con lo que mi doble pareja de ases doses, no sirve de nada. Es el momento de dejar de farolear. Hago una apuesta fuerte, quiero ver lo que lleva el resto. Los que igualen llevan juego y no quieren arriesgar; los que suban es que llevan algo gordo o van de farol. Uno se retira y dos igualan. La última carta es otro as. He ligado un full de ases doses, nadie puede tener un full mas alto, no hay posibilidades de ligar algo superior sobre la mesa, salvo un póquer de doses. Pienso que si lo hubiera entre los otros dos jugadores ya habría dado una muestra de su poder. Así que deposito un buen montón de fichas sobre el resto ya apostado, es un órdago que ambiciono secretamente suban para poder volver a envidar más. Cuando uno cree tener una jugada ganadora, o con una altísisma probabilidad de serlo, se dispara una fría ambición en la mente que se inunda de avaricia y codicia para desposeer al resto de jugadores de cuantas fichas tengan. Pero no envidan, tan solo igualan la apuesta. Creo que piensan que voy de farol y quieren comprobarlo, que llevan jugada y piensan dilucidarla entre ellos. Han pagado por ver mi full, así que vuelvo los dos ases boca arriba. Uno de ellos tira las cartas, mi jugada es mejor y empiezo a sentir el subidón de la victoria sin perder de vista las manos del otro en liza que, con suave delicadeza, las vuelve para mostrar dos doses de mierda que me hunden en la miseria, y aún tengo que darle las gracias por no haber subido la apuesta. 

jueves, 12 de marzo de 2015

IN A SENTIMENTAL MOOD

Hace poco terminé de leer -a trompicones-, un libro titulado Muchas vidas, muchos maestros, escrito por el médico y psiquiatra Brian Weiss. Parece ser que la obra se convirtió en best seller, o aún lo es. Nunca antes había oído hablar de su autor ni tampoco de su obra. La cosa es que el libro habla de la reencarnación y de unos extraños seres (a los que se llama maestros y espíritus superiores), que habitan en algún lugar plasmático y se comunican con Weiss a través de una paciente suya que, bajo los efectos de una hipnosis profunda, le va desgranando sus vidas pasadas; en siglos atrás, muchos siglos atrás. Del antiguo Egipto hasta el siglo XX en que muere como soldado alemán en la Segunda Guerra Mundial. Catherine es el nombre de la paciente, aunque tal vez doscientos años atrás hubiera podido ser marinero en un navío de linea, o lo que le hubiera dado la gana, dado que Weiss se lo cree todo con el mejor de los corazones, y así nos lo cuenta, el buen hombre. Fue entonces, al principio de comenzar su lectura cuando recordé a Carvahlo, el detective de Manuel Vázquez Montalbán, y su brillante idea de quemar un libro en todas sus novelas. Pues bien, por primera vez en mi vida, voy a quemar un libro en la primera ocasión que tenga. Lo haré con todos los honores, en una buena chimenea con fuego de leña de encina, tomando un buen tinto o un whisky, fumando un cigarrillo mientras pienso en el simbolismo de las cosas y me apeno con cierta sinceridad al ver como arde el papel; no es asunto baladí quemar un libro. Es una cosa excepcional, íntima entre el libro y yo. Nos atañe a los dos, es personal y no hay piedad. Por otro lado el primer principio de la termodinámica dice que la energía solo se transforma en otra forma de energía; la materia ha pasado del sólido estado en forma de libro, a cenizas y humo, digo yo que algo de las enseñanzas de Brian Weiss en su libro se esparcirán por el vasto Universo. Pero hay un final mejor a la historia: Catherine se curó, consultó a una parapsicóloga o medium que confirmó todo lo dicho bajo hipnosis durante su tratamiento..., y es una mujer feliz. Supongo.




sábado, 7 de marzo de 2015

EL GUSTO POR LAS COSAS VIVAS Y MUERTAS

Tumbas excavadas en la roca

Cigüeña a punto de posarse


La originalidad se paga cara cuánto más original es. A los amantes de la música tal vez les guste tener el primer disco de The Beatles o de María Callas, Miles Davis...; a los que aman los libros una primera edición de cada ejemplar. Los coleccionistas de arte son los peores, siempre buscan la máxima originalidad: lo único de cualquier artista a su alcance económico. Por todo lo anterior y algunas cosas más buscamos en nuestro derredor lo que consideramos de nuestro agrado y que pensamos que es único, que solo nosotros somos capaces de ver y apreciar, llegando a concederle un valor inmaterial basado en las emociones y sentimientos que, cuánto más hondos sean hacia la cosa, mayor será el valor que le concedamos. En cosa, entramos también las personas, al fin y al cabo somos polvo de estrellas y nuestro organismo se compone de los materiales de los que esta hecho el Universo, incluyendo la materia y la energía oscura. En la especie humana hay tanta diversidad entre culturas e individuos que no hay posibilidad de encontrar a dos personas exactamente iguales. Es verdad lo que se dice de que en la variedad está el gusto, porque es en la multitud de oportunidades que se ofrecen ante nuestros ojos donde reside su educación. Ahí nace y se enriquece la codicia por las cosas que nos gustan, las cosas que formaran parte de nuestra vida para siempre, bien como objetos o recuerdos; pero solo unas pocas sobrevivirán nuestra existencia, y todas morirán con nosotros. 



lunes, 2 de marzo de 2015

PUERTAS Y VENTANAS




Uno puede entrar por la puerta de arriba y salir por la de abajo sin darse cuenta de que es la misma. Lo sé porque a mi me pasa de cuando en cuando. Será un despiste, un no querer saber, una deslocalización del Ser entre la realidad, o sobre ella o bajo ella.
Recuerdo que siempre me han gustado los restos arqueológicos y los otros. Me gusta saber como vivían las personas en esos tiempos, imaginar mi vida entre ellos, ¿quién sería yo, que haría? Si le añado una trama de misterio e intriga a los ropajes de... por ejemplo el siglo XIV, unos cuantos personajes y..., nada más.
La vida se ve muy distinta a través de una puerta o una ventana. Por lo menos desde que ambas existen.