jueves, 29 de enero de 2015

LA RATONERA

La obra de Agatha Christie lleva el mismo título, pero en este caso se hace referencia al sencillo mecanismo provisto de un cebo para cazar roedores; si el cebo es mantequilla de cacahuete, mejor, así lo indican en cierta película de Holywood. En realidad da lo mismo, porque aquí el cebo son personas, y la trampa es de una sutileza que nada tiene que ver con la tensión de muelles y la mecánica aplastante. 
Las casualidades son algo poco común aunque parezca que suceden continuamente a nuestro alrededor y a nosotros mismos. Uno se puede encontrar casualmente con un conocido que hace mucho que no ve en la plaza de Callao, pero si al poco tiempo te lo encuentras en el Jardín Botánico ten por seguro que no es casualidad. Existen otro tipo de coincidencias improbables, las relacionadas con el amor son las más extrañas de ellas. Unas pocas veces en la vida, en muchos casos una sola vez, se consigue compartir todas esas cosas que no compartiríamos con nadie más: sueños, recuerdos, ideas, pensamientos, hasta los más oscuros, y un modo de ver y contemplar las cosas que transcurren ante nosotros, que complementa y amplia la visión que ya teníamos. No solo ocurre con el amor y las emociones y sentimientos asociados al mismo; también en el crimen y el delito hay entendimiento en el mal, y no me refiero solo a los planes que se hacen; sino a una comprensión mutua de la visión del otro, de su carácter, así como su aceptación, y claro, a la admiración. El proceso es similar al enamoramiento, aunque las consecuencias de ese emparejamiento son distantes y opuestas del objeto final de codicia. Codiciamos lo que vemos porque nos gusta, y cuanto más atraídos por el objeto nos sintamos más lo codiciaremos hasta que algo o alguien nos lo impida, o lo consigamos. 
Hay personas que ponen trampas para ratones y cazar personas, a veces tienen suerte y cazan alguna, por casualidad. Otras, son una ratonera en si mismas, nada de lo que hacen es por casualidad, todo obedece a un plan, consciente las más de las veces, instintivo otras, incluso pueden mezclarse la consciencia y lo instintivo. Cuando tu vida se cruza con la de una de esas personas más te vale saber el lugar que ocupas en la pirámide alimenticia, porque lo más probable es que te devore sin que lo veas venir, sin advertir el peligro. Son cazadores de almas y corazones, o por mejor decir: cazan las mentes que los guardan.
Si, son unos monstruos hermosos, si eso fuese posible, empero también son cazados.

domingo, 25 de enero de 2015

CAFÉ CON TOSTADAS Y ZUMO DE NARANJA CON MIEL

Son algo más de las nueve de la mañana, levanto la persiana y dejo que la luz del Sol de invierno contraiga mis pupilas mientras veo la plaza y los falsos plátanos con aspecto de no haber pasado un invierno duro en su vida. Las ruedas de un coche  hacen ¡clak clak! sobre la tapa de una alcantarilla y vuelvo a la cama. Me tumbo boca arriba apoyando los pies y piernas sobre la pared, medio metro por encima de mi cabeza. Activo el wifi del teléfono móvil y espero mientras me observo los músculos, el vello, la piel; giro los tobillos hacia derecha e izquierda y oigo un ¡clac! en el siniestro. Y ahí está, dando los buenos días como una criatura somnolienta, algo felina, que se despereza elásticamente sin poder evitar desgarrar, un poco, las sábanas con las uñas. Es domingo.

Tiene el domingo un encanto especial, un tisquiribis de ¡será un día maravilloso! Una inocencia perdida. El perdón de una hostia consagrada en misa de una. Las cañas. La mañana arrastrando el culo mitad del tiempo en el trineo, mitad en la nieve, con la sonrisa propia del que queda deslumbrado por la terrible blancura, sin saber que es terrible. Las cosas son distintas, las que se hacen y las que se pergeñan. Hay una cierta maldad en esas cosas que se oculta bajo una apariencia de respetabilidad algo desdeñosa. El frío viento en la cara al bajar el puerto sintiendo la velocidad, el peligro. Y el vivificante control sobre la vida de uno mismo.

Aún no he acabado. Tiene el domingo una premura de lunes y un pasado a sábado y viernes de resaca. Lleva, sobre sus espaldas, la responsabilidad del último día de la semana en un déjà vu infinito, lineal en el tiempo y constante como la velocidad de la luz que no sabe que se acerca al horizonte de sucesos. 

Pero me hubiera gustado disfrutar de esas tostadas con café y zumo sobre la cama, ¿hubiera sido diferente el día?



jueves, 22 de enero de 2015

LOS SALVAJES



Pensaba en jugar un poco con las palabras antes de comenzar a escribir ésto que lees. Jugar con la concentración y seriedad que emplean los niños en sus juegos. Esa sublime imagen de cuellicortos embadurnados de barro en un día de verano, mientras se afanan en reconstruir el dique por el que se les escapa el agua. O con la maldad empleada en afilar la punta de la peonza para partir, en su turno de tirada, la de cualquiera de los otros que no tardarán en aprender la misma jugada. Así es como quería empezar el texto. 
Algunos de aquellos niños crecieron un poco salvajes, o talmente salvajes en algunos casos. No sé si emplear el pasado o el presente... Suelen crecer en contacto con la Naturaleza, corretear a sus anchas entre el sotobosque, y emplearse a fondo con la observación e imaginación. Están solos. Por primera vez se dan cuenta de que su hogar, donde les espera la comida, se encuentra a la distancia suficiente para que en el camino de vuelta les pueda suceder algo peligroso. Sienten miedo. ¿Y si se cayeran y no pudieran levantarse; les oirían si tuvieran que gritar; cuánto tardarían en salir a buscarles?, son algunas de las cuestiones que, veloz, se plantean sus mentes ávidas de conocimiento. Al instante recuperan el sentido de la realidad, viéndose y sintiéndose a sí mismos en pie, vivos, sólidos y enteros. Libres. Por éso, cuando miran el vuelo de las aves sobre sus cabezas sienten envidia de su punto de vista, de la perspectiva que posee el ojo del águila, de su agudeza; y sin cerrar los ojos vuelan por un largo instante con ellas y las comprenden con la serenidad del roce del viento en las alas. 
Esa libertad salvaje permanecerá con ellos el resto de su vida, y, ¡ay! del incauto que pretenda sosegar su ímpetu e ira, porque es el triunfo de la vida sobre la muerte lo que está en juego.


lunes, 19 de enero de 2015

EL MURAL DE LA VERDAD



Son muchas las diferencias entre realidad y ficción. La realidad la conforman el noventa y nueve por ciento de las personas; y la ficción el uno por ciento restante. ¿Hacemos una película?

jueves, 15 de enero de 2015

DÍAS DE VINO, BARCOS Y PUENTES



La idea de que el ser humano posee un alma y un corazón pensante se encuentra tan acendrada en la mente, que algunas personas se ofenden solo con leer el nombre del blog. Como recurso poético y literario hacer referencia al alma dormida o a un corazón herido hacen que le tiemblen las canillas a los más cursis, a los que tienen la sensibilidad a flor de piel y a los amantes del romanticismo mohoso.
El alma no existe, es una entelequia muy conveniente, por ejemplo para la teología. El corazón tan solo es un poderoso y complicado músculo en su diseño, una obra maestra de la Naturaleza. Imagina entonces como de extraordinaria debe ser la máquina que lo hace funcionar y que ocupa la parte superior en el cuerpo de los primates, o la parte delantera en el resto de las especies. No conozco ninguna especie con la cabeza en el culo, aunque si hay alguna con el segundo en la primera y no es ironía, sino ciencia y evolución.
Bueno, dejemos a los poetas y predicadores con sus almas y corazones en el Parnaso y volvamos al objeto de la entrada. 
A través de la ventana la mirada se pierde en la curva del río; un río limitado por el abrupto valle que lo encaja, pero es una aspereza engañosa. Sus laderas están trabajadas con mimo, en empinadas terrazas labradas con esfuerzo donde crecen las vides de las que salen las uvas con las que se elabora uno de los mejores vinos del mundo. Un largo valle de kilómetros de longitud, dominado a veces por la niebla, la humedad y el frío, pero calentado por el trabajo, la ambición y la codicia de unos hombres apegados a esas tierras y cepas que les dan la vida; y el tan necesario Sol. Los barcos anclados en sus pantalanes, a contracorriente, nos hablan de días de vino y rosas, tal vez con otros Lemmon y Remick o quizá solo turistas un tanto perdidos en los recovecos del río de sus vidas.
Los puentes nos recuerdan lo necesarios que son, sin metáforas.