viernes, 13 de mayo de 2016

REFLEJO POÉTICO


Vi a un tipo con una cámara fotografiando los charcos y eso me dio la idea de hacer lo mismo. Hay muchas formas de plagiar, desconozco la foto que pudo hacer él, ésta es la que hice yo. Le he dado la vuelta, además me gusta el título. Una mujer me dijo que no le gustaban las historias que se cuentan en primera persona, no le pregunté por qué, no era asunto de mi incumbencia ni me importaba su opinión, tampoco se lo dije. Hay personas que no me importan nada, aunque las conozca mucho o poco, no me importan. Me da igual lo que les pase en la vida, lo que sean o quieran ser. Sus sueños y añoranzas; sus esperanzas y anhelos y sus fobias. Sin embargo hay otras que si me importan, a veces sin saberlo. Vivo en una ignorancia total sobre ellas hasta que improvisadamente, sin advertencia previa, un algo inquietante llama mi atención haciendo que centre el objetivo en su persona. Una imagen desenfocada, tililante si no hubiera movimiento, como una estrella nerudiana, se cierne sobre la mente mostrando cierta claridad en alguno de sus relieves, como una ilusión de prestidigitador. La mano es más rápida que el ojo. Pero no todo es apariencia o realidad, verdad o mentira, Hay una constante que se desliza implacable sobre la percepción que tenemos de las cosas, que quiere acabar con nosotros en silencio, apaciguarnos como ovejas en plena canícula. Es entonces cuando hay que enseñar los dientes y dar verdaderas dentelladas, desgarrar la carne dejando que la herida sangre y muestre el tejido del que estamos hechos. Así, de ese modo brutal, sabemos que estamos vivos porque nos duele y dolemos.

lunes, 2 de mayo de 2016

ARGUMENTO EN UN PAISAJE HELADO


-Si-. Le dijo ella con rapidez, sin dejar que acabase de formular la pregunta. -Me gustan las novelas policíacas por el enigma que encierran, por el clima en el que se escribe, y por los personajes. O lo que es lo mismo: por los asesinos, los policías, su psicología y por ver, si la ficción, me sustrae de la realidad. Y así es las más de las veces para mi regocijo-. Al acabar dio un sorbo de la botella de cerveza relamiéndose el labio superior en un sutil y veloz movimiento de la punta de la lengua, como si lo hubiera hecho toda su vida. Él era todo un doctor en psicología delante de la mujer que un par de días antes le entró por la web de contactos con un..., ¡Hola! ¿Sabes?, me gusta mucho tu perfil, compartimos un montón de cosas, y, ¡joder!, pasó de hablar por aquí. Te paso mi teléfono... Miranda era su nick y su nombre verdadero. Entró en su perfil y vio que Miranda era muy de su agrado, por lo que veía y leía. ¿Cómo le había pasado desapercibido ese perfil?, él, que lo mira todo diseccionando cada gesto, cada letra. Estuvo todo el día calibrando cuál sería el mejor momento para llamar, pero tampoco quería parecer muy  interesado, y Miranda le interesaba de verdad. Así que llamó, y ahora estaban en una animada conversación sobre novela policíaca con cerveza.
-¿Y qué te parece éste que ha muerto?, un sueco creo que era
-Henning Mankell.
-Si, ¡ése!-. Señalando con el índice de la derecha a un lugar indefinido. -Me gusta -dijo ella-, un paisaje helado, frío, y unos personajes imbuidos de esa frialdad que no puede congelar del todo las emociones, ni los sentimientos. Un romántico, como casi todos los escritores de novela negra o policíaca. Una especie de anti poesía, ¿no sé si me explico?
-Te explicas muy bien. Quieres decir que, a pesar del carácter frío de los personajes y el ambiente, los sentimientos y emociones influyen.
-Por ejemplo -dijo ella-, si yo te digo que me gusta como mueves las manos, ¿que responderías?
-Si de verdad te gusta -dijo precavido-. te diría que son muestra de mi sinceridad.
-¿Y si te dijera que veo ternura en ellas..?
-Diría que eres una mujer maravillosa. -Clavó sus pupilas en las de Miranda, pero ésta aparto la mirada, no sin antes ver que las de Marcelo eran dos puntas de alfiler, aunque su voz y todo su cuerpo daban la impresión opuesta. No había emoción ni sentimiento alguno en aquellos ojos, solo una máscara teatral que los rodeaba en una pose de romántico amante. Ella tomó un trago de cerveza, y le miró directamente a los ojos, luego recorrió minuciosa cada pliegue de su rostro, sin prisa, regodeándose y dejando que Marcelo tomara nota de sus expresiones , de todas. 
-¿Y qué tal si vamos a otro lugar? -Dijo él, con una indiferencia total a lo que sabía que Miranda había visto en su mirada y cara, en todo su yo. No le importaba en absoluto, y estaba en un lugar público, o si no tal vez la hubiera cogido del cuello hasta que se hubiera cansado de apretar, Y lo hubiera hecho sin la menor emoción, salvo la de satisfacer un deseo inmediato. Él sabía lo que era desde pequeño.
-Eres un monstruo.
Marcelo podría haber respondido que, "si, lo soy", pero un espécimen de su nivel no muestra nada que no sea imitación, no tiene profundidad. No hay nada en él que un humano pueda comprender ni justificar. Un disfraz de apariencia para incautos. Un ser peligroso, con un modo de pensar y actuar que nadie espera de su especie. Ellos lo saben. Saben que son pocas las probabilidades de ser descubiertos antes de conseguir sus fines, y depredan sin control hasta que los pillan o mueren. Depende de lo que ocurra antes.