domingo, 10 de abril de 2016

EL SÉPTIMO DÍA

Amplia la foto

Como canta Nina Simone no tengo nada. No tengo casa, no tengo coche, no tengo ropa, no tengo joyas, no tengo televisión, no tengo radio, no tengo vajilla..., no tengo hermanos ni hermanas, ni padre ni madre ni hijos. No tengo abuelos, ni tíos ni sobrinos. No tengo nada que puedas robarme, quitarme o envidiarme. No tengo amigos. No tengo nada. No me tengo ni a mi mismo, estoy de prestado en este mundo. Solo en este Universo que no puedo abarcar. 
¿He escrito solo? Pues he mentido.
Si, estoy solo -ahora me contradigo-, pero es mentira. Me basta con salir a la calle e ir a la frutería, comprar dos calabacines, una berenjena, dos pimientos rojos, un kilo de pimientos verdes, un cuarto de fresón y escuchar como una cliente me pide perdón -perdonada, le digo-, cuando choca conmigo. Pago, me pongo las gafas de sol y las cosas se ven de otro color; aunque son las mismas cosas de siempre amortiguadas en su brillante opacidad por el cristal con que se miran.
Como canta Nina...tengo una mente, unas manos, unas piernas, una polla, unas orejas, una boca con sus labios que alguna vez besaron con amor y delicadeza, tal vez con ternura y deseo a alguien que se sabia única. Tengo una idea de lo que es la vida y las personas y los animales y los árboles y montañas. Se como huele la hierba cubierta de rocío y la bosta de vaca, y la sangre. Se como hueles en tu entrepierna porque a veces he estado allí abajo intentando seducir tus instintos, domesticarlos. 
Se, como Sócrates, que no sé nada, y que al final tomaré la cicuta quiera o no. Pero me gusta la vida, su cortedad, y lo eternos que parecen los momentos perfectos. Ya es bastante.

1 comentario: