lunes, 20 de abril de 2015

EL PSICÓPATA POLÍTICO Y ECONÓMICO DEL SIGLO XXI



La empatía es el arte de ponerse en el lugar del otro: pensar y sentir las mismas emociones que él. Algunas personas desarrollan esa habilidad de un modo innato, otras lo hacen con el paso del tiempo, por la acumulación de experiencias. Pero no es de la empatía de lo que voy a escribir, sino de la falta de ella. Solo unas pocas lineas para relacionar el poder político y económico con graves trastornos de la personalidad. 
En 1801 el médico francés Philippe Pinel fue el primero en hablar de locura sin delirio (sin confusión de mente), para referirse a cierto tipo de maníacos. Un poco más adelante, en 1835, el británico J.C. Pritchard nos dejó el concepto de locura moral para referirse a una enfermedad consistente en la perversión de los sentimientos naturales, de los afectos, las inclinaciones, el temperamento, los hábitos, las disposiciones morales y los impulsos naturales, sin que aparezca ningún trastorno o defecto destacable de la inteligencia, o en las facultades de conocer y razonar, y particularmente sin la presencia de ilusiones anómalas o alucinaciones. Para Pritchard el término moral hace referencia a lo emocional y psicológico, no a su opuesto inmoral.
Ya en el siglo XX contamos con las aportaciones inestimables de Harvey Cleckley y Robert Hare. Ambos elaboran una serie de características que definen la personalidad del psicópata, tanto del delincuente y asesino, como del integrado socialmente; siendo este último el que interesa para este post. 
Algunas de las características y criterios que definen al psicópata y su comportamiento son las siguientes según Cleckley.

Encanto superficial e inteligencia.
Ausencia de delirios u otros signos de pensamiento no racional.
Ausencia de nerviosismo o manifestaciones psiconeuróticas.
Escasa fiabilidad.
Falsedad o falta de sinceridad.
Falta de remordimiento y vergüenza.
Conducta antisocial sin un motivo que la justifique.
Juicio deficiente y dificultad para aprender de la experiencia.
Egocentrismo patológico y carencia de empatía.
Pobreza generalizada en las principales relaciones afectivas.
Pérdida específica de intuición.
Insensibilidad en las relaciones interpersonales generales.
Conducta extravagante y desagradable bajo los efectos del alcohol y, a veces, sin él.
Amenazas de suicidio raramente consumadas.
Vida sexual impersonal, frívola y poco estable.
Incapacidad para seguir cualquier plan de vida.

Según Hare son:

Gran capacidad verbal y un encanto superficial.
Autoestima exagerada.
Constante necesidad de obtener estímulos y tendencia al aburrimiento.
Tendencia a mentir de forma patológica.
Comportamiento malicioso y manipulador.
Carencia de culpa o de cualquier tipo de remordimiento.
Afectividad frívola, con una respuesta emocional superficial.
Carencia de empatía. Crueldad e insensibilidad.
Estilo de vida parasitario.
Falta de control sobre la conducta.
Vida sexual promiscua.
Historial de problemas de conducta desde la niñez.
Falta de metas realistas a largo plazo.
Actitud impulsiva.
Comportamiento irresponsable.
Incapacidad patológica para aceptar responsabilidad sobre sus propios actos.
Historial de muchos matrimonios de corta duración.
Tendencia hacia la delincuencia juvenil.
Revocación de la libertad condicional.
Versatilidad para la acción criminal.

Como se puede observar, criterios y características encajan perfectamente en el comportamiento de los que ostentan el poder político y económico. Y lo hacen porque los votantes se lo llevamos consintiendo años, sobre todo por falta de información o ignorancia. De otro modo no se entiende que, elección tras elección (allí donde las hay de un modo más o menos democrático), les concedamos el derecho a legislar e imponernos leyes, reglamentos y normas que van contra el sentido común, la libertad del individuo, de expresión y otros derechos fundamentales que se conculcan sistemáticamente con el apoyo de amplios sectores de la sociedad, sectores dirigidos por personas de dudosa credibilidad en sus capacidades emocionales y de empatía.
Para Robert Hare un 1% de la población total es psicópata, aunque en la actualidad se acepta como más probable el 2%. Ésto significa que todos nos hemos cruzado o nos cruzaremos con uno en nuestras vidas; y no me refiero a un asesino en serie, sino a un compañero de trabajo, uno que creíamos amigo, padre, jefe...o gobernante.
Existe un test: PCL-R, que detecta la tendencia y el comportamiento psicopático, y que de momento se aplica a poblaciones reclusas, aunque no veo motivo alguno para que no se sometan a el mismo las personas que se presentan a un cargo de responsabilidad política: médicos, jueces, fiscales, abogados, policías, concejales, alcaldes, senadores, diputados, presidentes..., y aquellos que alcanzan demasiado poder en las grandes empresas y corporaciones, porque visto lo que son capaces de hacer necesitamos algo más que el voto y los controles que la acción de la justicia realizan hasta la fecha.

No hay comentarios:

Publicar un comentario