lunes, 23 de febrero de 2015

TERREMOTO

La pantalla del televisor se movía de lado a lado, el mueble sobre el que estaba apoyada también lo hacía. El sofá donde estaba sentado también me ha movido lateralmente, y en ese instante he sido consciente de la realidad. No habrán sido más de cinco segundos, pero en ese tiempo en la mente se disparan las señales de alerta, y lo primero que se pregunta es: ¿por qué se mueven los objetos? Se agudizan los sentidos intentando buscar la explicación de lo que sucede; el oído, la vista y el tacto se esfuerzan sobremanera buscando un sonido, la continuidad del inesperado y sorprendente movimiento, y todo el cuerpo se muestra receptivo a lo que transmiten las paredes, suelo y techo de la casa. Ahí se acaba y uno comprende que ha sido un terremoto; que esa fuerza invisible capaz de mover pesadas estructuras sin aparente esfuerzo te ha rozado y mostrado un poco de su poder indiferente. Las ondas sísmicas no tienen nada contra los que vivimos agrupados en grandes urbes. En realidad hace lo que mejor sabe hacer: mover una parte de la corteza terrestre con absoluto desprecio de vidas y enseres, no está en su naturaleza ser de otro modo. La selección natural nos afecta a todas las especies, pero también cambia la orografía y el paisaje. Hasta las rocas cambian y evolucionan. Un sencillo temblor y temor cargado de experiencias personales, chascarrillos y bromas, análisis geológicos, pedagogía para estos casos.., y durará uno o dos días más, a no ser que haya otro mayor, entonces será Temor y temblor; aunque igual surgen, de una grieta abierta, los nunca vistos Morlock, y se ponen a practicar la selección natural con el genero homo sin miramientos. ¡Ah!, la Evolución..., que gran verdad y con cuanta hipocresía aparentamos ignorar sus efectos y nuestra influencia en ellos. Igual nos falta tiempo para saber más.

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